lunes, 24 de febrero de 2014

Evocación

Ilustración del autor
























¡Oh, Marcia, qué rostro perceptible el que te evoco!
Evoco tu lunar latente y frágil.
Evoco cuando se perdió el pájaro de la siesta
y dormitaba su pico en tu oído,
suave y misterioso voló a tu voz.
¡Con qué intimidad se filtraba entre tus senos!
Entonces, desabrochaste los ojos
y el pájaro desapareció,
y tu lengua, arpón húmedo,
clavaste en mi boca.

¿Por qué dejaste apagado el cincel?
Ya no puedo modelarte un busto de agua.
Los pequeños animalillos
escaparon sin beber en tus poros.

Marcia, qué distancia puedo yo vencer,
a qué nube aferrarme para viajar a tu fruta,
con qué pirámide he de vestirme…

No hay una sola oquedad en que no te busque.
 Evoco la irrealidad, le lentitud del gesto,
el martirio de de tu blusa empapada,
los puñales de tu torso.

Evoco la noche del altar y las vírgenes,
las díscolas vírgenes
que engendraron mi pecado.
Tú estabas con el cetro y la corona,
Diosa desnuda de piel iridiscente,
barro en mis manos, arcilla tibia,
moldeable. Manzana en la boca
de la sierpe.

¿Por qué esfumar el sueño del fauno?
Qué lujuria te alejó al este de mi lecho,
al borde del océano,
a la inmensidad de esta tierra. 

2 comentarios:

  1. Navegando por tu pirámide he varado en otro dulce y lujurioso puerto. Tus dibujos dan calidez a tus letras y hacen de este blog un auténtico hogar. Abrazucu de los míos desde Villa de Rayuela!

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  2. Gracias, Maga. Tus comentarios son el oxígeno puro que necesitaba este moribundo. Un abrazo caribeño cálido, muy cálido, que lleva implícito todo el sol de mi isla.

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