jueves, 29 de marzo de 2018

Ignaro



Escribano / Denis Núñez / CUBA
Ignaro

I

Los antiguos tejieron mi confianza
y ahora me han dejado en esta ignota
región indescifrable donde rota
se dice y se desdice la alabanza.

Los de ahora predicen que se afianza
mi canto de arrabal, de esclavo ilota,
pero yo que fui Kratos la derrota
ya veo serpentear y urdir su danza.

No sé por qué me cuelgan medallones
que no gané y que nunca yo he soñado,
si atrapado aquí sigo, en mis prisiones.

No sé por qué me loan y al Dorado
me destinan, si venzo a los dragones
llevando el esternón acorazado.

II

No sé si Polifemo o Galatea,
Eurídice, Quirón u otro centauro;
no sé si compendiar otro catauro
de mitos que no existen en mi aldea.
No sé si he de encontrar la panacea
que alivie el dolor de mi atavismo;
ser otro en mi país o ser yo mismo,
como indio del Caribe,  un siboney.
 Sólo sé que fui crïado en un batey
anclado en el otrora y el mutismo.


No sé si en esta tierra de ilusiones
encontraré la palabra verdadera
ni sé si al consagrar la primavera
hará que se coarten los ciclones.
No sé de las antiguas sanaciones
ni de magias, hechizos o apoteosis…
Mi cuerpo ha recurrido a la mitosis
cada vez que la muerte me ha besado
y siempre algún poema me ha salvado
del violeta mortal de la cianosis.


No sé, pero sí sé que no sé nada,
soy Sócrates, mi mente se rebela,
y a veces soy estoico y en su escuela
la razón me esclaviza decimada.
No sé si en el dolor, sacar la espada
he hincarla entre su carne, aterradora,
y creer que  mi verbo, tras la aurora,
renacerá enraizado en mi pellejo
y al fin, cuando me mire en el espejo,
me vista de escritura redentora.

III

Y así voy, ignorante por la vida,
en busca del amor por esa dama
que un día, sin pudor, dejó mi cama
de rimas y de versos bendecida.

Si la encuentro y me muestra la salida
y está ella al otro lado y me reclama,
a quemarme, yo,  hereje, en esa llama
partiré aunque me tilden de suicida.

No me importa haber sido o nunca ser,
no me importa si  llego derrotado,
no me importa volver a renacer.

Sólo quiero me ampare y que a su lado
encuentre el corazón que en su quehacer
todo hombre ha de llevar en el costado.



O. Moré / 2018


sábado, 10 de marzo de 2018

Otro monólogo de Segismundo



Segismundo encadenado / Salvador Dalí

 Otro monólogo de Segismundo



Jugando a ser Calderón de La Barca  (Con perdón del poeta)

I


Cuando prisionero estaba
en mi ficticia “Polonia”,
colono de su colonia
el corazón me sangraba.
Arrítmico me mataba
y coagulaba el amor,
y cada día el dolor
de morir estando preso
me hacía soñar el beso
de la muerte con horror.

Miraba tras los barrotes
del ventanuco en lo alto
las nubes sobre el basalto
como grisáceos mogotes.
Y más allá los islotes
que flotaban sobre el mar
parecían divagar
si seguir allí flotando
o buscar el cómo y cuándo
de lanzarse a navegar.

La envidia me corroía,
islote quería ser
y como él pretender
soñar que también huía.
Me aferré a esa utopía
y me vi sobre un Pegaso
volando cuando el ocaso
caía como un telón,
mas luego vi mi ascensión
ser  “icárico” fracaso.

Tras el impávido muro
Rosaura rogaba a Dios
para que me diera voz
en un distinto futuro.
Ni la oración ni el conjuro
de Rosaura resultado
tuvieron, y encadenado
seguí allí como una fiera
soñando con la quimera
de un día ser liberado.

Mi delito nunca supe,
pues no sé qué es delinquir,
yo sólo intento escribir
aunque la musa me escupe.
Es hora ya que me ocupe
de averiguar qué habrá sido
de mi otrora yo perdido,
el que nació del error…
Pues su delito mayor
seguro es haber nacido.

II

Nace la ceiba en el monte
con su grandeza imperiosa
y cuando estalla frondosa
difumina el horizonte.
Le canta alegre el sinsonte
mostrando su vanidad,
y se cree a cabalidad
que es reina del manigual,
y yo cantándole igual
tengo menos libertad.

Nace en el tronco el chipojo
de algún naranjo florido
y  le ofrece el colorido
de su pañuelo tan rojo.
Como de ateje un manojo,
como un rubí de Bagdad,
encarna la sobriedad
de una alhaja rutilante;
siendo yo más elegante
tengo menos libertad.

Nace a la noche el cocuyo
y fosforece su luz
y hacia el oscuro abenuz
se abre cual un capullo.
Vuela y su leve murmullo
en la sobria oscuridad
da voz a la claridad
que verde traza su vuelo,
y yo aunque tenga ese anhelo
tengo menos libertad.

Y llegado a esta cuestión,
guajiro, viejo y sin techo,
he de seguir al acecho
buscando mi redención.
Qué ley, justicia o razón
me tiene tras un cerrojo
hecho un humano despojo
sin saber qué debo hacer
para que vuelva a nacer
ceiba, cocuyo o chipojo.


 O. Moré

2018