Los dejo a vuestra consideración, y con ellos me despido hasta septiembre. Estaré fuera y no podré dedicarle tiempo al blog, aunque quizás deje algunas entradas programadas. Abrazos a todos, y gracias, como siempre, por la lectura.
Ilustración: O. Moré / CUBA |
Evocación
¡Marcia, qué rostro perceptible
el que te evoco!
Evoco tu lunar latente y
frágil,
evoco cuando se perdió el
pájaro de la siesta
y dormitaba agazapado en tu
vestido.
Luego, suave y misterioso,
se posó sobre tu cuerpo.
¡Con qué intimidad se
filtraba entre tus carnes!
Entonces desabrochaste los
ojos
y el pájaro desapareció,
y tu lengua, arpón húmedo,
clavaste en mi boca.
¿Por qué dejaste apagado el
cincel?
Ya no puedo modelarte un
busto de agua.
Los pequeños animalillos
escaparon sin beber en tus poros.
Marcia, qué distancia puedo
yo vencer,
a qué nube aferrarme para
viajar hasta tu fruta,
con qué vientos he de
vestirme…
No hay una sola oquedad en la
que no te busque.
Evoco la irrealidad de la lentitud del gesto,
el martirio de tu blusa
empapada,
los puñales de tu torso.
Evoco la noche del altar y
las vírgenes,
las díscolas vírgenes
que engendraron mi pecado.
Tú estabas con el cetro y la
corona,
diosa desnuda de piel
iridiscente;
barro en mis manos, arcilla
tibia, moldeable.
Manzana en la boca del
ofidio.
¿Por qué esfumar el sueño
del fauno?
¿Qué lujuria te alejó del
azul de mi lecho
al borde del océano,
a la inmensidad de esta
tierra?
O. Moré
O. Moré
1988
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