Flores negras
I
Cuando a mí vino La Muerte,
los versos eran mi escudo,
eran un cebo menudo
para tentar a la suerte,
mas mi cuerpo siguió inerte
descendiendo hacia el abismo,
y en ese crudo exorcismo
de vestir de eternidad
pude encontrar la verdad,
puesLa Muerte
era yo mismo.
II
Me escondo por los rincones
entre las luces calladas,
porque negras dentelladas
I
Cuando a mí vino La Muerte,
los versos eran mi escudo,
eran un cebo menudo
para tentar a la suerte,
mas mi cuerpo siguió inerte
descendiendo hacia el abismo,
y en ese crudo exorcismo
de vestir de eternidad
pude encontrar la verdad,
pues
II
Me escondo por los rincones
entre las luces calladas,
porque negras dentelladas
me hacen sangrar emociones.
Ya no encuentro las razones
de mi poética viva,
ni elipsis que me describa
mi falta de raciocinio,
ni el esperado dominio
que me convierta en escriba.
III
Baudelaire vino conmigo,
trajo las “Flores del mal”
y sin ser intencional
de su genio fui testigo.
Me dijo_ Bello castigo
el morir siendo poeta.
Y yo le dije _ Profeta,
quiero esa “muerte anunciada”
aunque en mi viaje a la nada
no merezca esa etiqueta.
IV
Ya no encuentro las razones
de mi poética viva,
ni elipsis que me describa
mi falta de raciocinio,
ni el esperado dominio
que me convierta en escriba.
III
Baudelaire vino conmigo,
trajo las “Flores del mal”
y sin ser intencional
de su genio fui testigo.
Me dijo_ Bello castigo
el morir siendo poeta.
Y yo le dije _ Profeta,
quiero esa “muerte anunciada”
aunque en mi viaje a la nada
no merezca esa etiqueta.
IV
Cuando rasgué mi camisa
y el pecho brotó indoloro
sentí que estocaba al toro
en una plaza insumisa.
Abominé de la prisa,
porque en el fragor diario
me marcaba el calendario
con cruces negras y rojas.
Aprendí a arrancar las hojas
de un régimen carcelario.
V
Está lloviendo ceniza
V
Está lloviendo ceniza
sobre la ciudad inerme,
está lloviendo y perderme
en este gris me horroriza.
Y tras la línea indecisa
del horizonte borrado
el cielo sigue encriptado
sin dar licencia de vuelo.
Mis pies siguen sobre un suelo
completamente quemado.
VI
Hablé del horror un día
y tanto hablé que sentí
el horror dentro de mí
dejando el alma vacía.
Lo recuerdo todavía
bajando como un dolor,
y a cada paso un temblor
sacudía mis entrañas,
como si miles de arañas
crecieran en mi interior.
O. Moré
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