domingo, 16 de septiembre de 2018

Breve compendio de virtudes perdidas




Breve compendio de virtudes perdidas.


Hace tiempo que he perdido
las virtudes del fuego,
aunque hay días en que crepito
y caliento alguna que otra arteria.

También he perdido las virtudes del agua,
por ejemplo:
la capacidad de adaptarme a la forma
de mi propio encierro, del frasco transparente
donde habito… Aunque, es cierto,
algunos días soy proclive a otras humedades
y adopto caprichosas formas líquidas.

He perdido, muy a mi pesar, la visión periscópica
de submarino, de hombre con escafandra,
de lobo de mar; la visión que me mostraba
los horizontes ocultos,
las tormentas y presagios,
y la increíble destreza
de ver más allá y más acá
de otras epidermis.

Mi boca se deforma, mi cuerpo se deforma,
mis manos se deforman…
Mi memoria grita porque olvida,
y el olvido corta las raíces
mientras murmura palabras inteligibles
que nunca dije, al menos, mientras estuve vivo.

Hace tiempo que perdí las virtudes del árbol,
su dureza, su capacidad de ramificarse
florecer y dar frutos,
frutos tangibles, hechos de pura pulpa,
de sabrosa sapiencia agridulce.
Bueno, no todas las virtudes del árbol he perdido,
aún la cáscara guarda al palo,
o, lo que es lo mismo, mi corteza
me mantiene a salvo
de erosiones antiguas, aunque no sé yo
si me salvará de las erosiones futuras.

Hace tiempo que perdí las virtudes del escualo,
su sigilo y su mudez en las corrientes,
en las regiones donde el hombre muestra sus colmillos.
Y, además, perdí la mímesis, que heredé
de otras criaturas, con la arena,
con las rocas y los antropomorfos corales.

Ahora soy viento que gira en torno a sí mismo,
viento inocente, no ráfaga,
solo viento que sopla y espera,
que sólo espera, mientras
en una onírica clepsidra
mi cerebro va criando un nuevo corazón
y se debate entre dos aguas.

Texto e ilustración:
O. Moré ® / 2018




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