miércoles, 4 de septiembre de 2019

Antipoema surrealista de Odiseo

Náufrago o Cerebro y corazón / O. Moré / CUBA

Antipoema surrealista de Odiseo


Una vez más sobre las aguas…
¿O bajo ellas? No lo sé, el vuelo siempre es líquido,
como líquida es la partida, como líquido es el regreso.
Los amorfos peces me silencian,
y el silencio es frío a pesar de la calidez del mar.
Los peces siguen allí, absortos
ante la pared de agua que les separa
de la tierra prometida. 
Los peces sin memoria,
los peces de ojos insomnes y tristes;
los peces de sangre dulce que observan y callan,
callan y observan en una cíclica oleada 
de erosión perpetua.

Llego como un rey mago de oriente
cargado de incienso, mirra y oro;
el pueblo marchito, con su tez arrugada,
craquelada como una desértica zona de sequía,
me mira con esos ojos de pez silencioso,
pero me dibuja una sonrisa,
y su rostro, por unos segundos, pareciera
el de un padre que se reencuentra con el hijo pródigo.
La tierra sigue siendo roja, el verde inunda cada espacio,
el azul sigue siendo único… El agua circunda y mana,
el agua anega y, a pesar de ello,
el coralillo se enraíza, pero la epidermis
se deteriora, los huesos sufren de artritis crónica,
el pueblo envejece inevitablemente
en medio de una desidia  infinita…

Y yo, una vez más, sobre las aguas…
 
Ya no me quedan arterias sanas,
no me quedan vasos comunicantes
para transfundir,
ni leyes físicas que demuestren teorías de otros cielos,
de las imberbes galaxias de antaño…
Por no quedarme, no me queda ya ninguna de las siete vidas
de pez gatuno que gané en la feria de las vanidades.

Qué hacer con la oblicuidad y los suspiros entre las sombras,
las palpitaciones, los lucernarios para saciar de luz
mis nidos interiores, mis cavernas de petroglifos 
ininteligibles que sólo yo era capaz de descodificar…

Qué hacer con la casa y su armadura de inocencia,
sus paredes estoicas de humo blando y acre
donde colgué alguna vez mis camisas de hombre nubio,
si el tiempo me pareció una tórtola iracunda
que había extirpado, con pericia de cirujano, cada momento vivido,
cada fotograma, cada daguerrotipo de mi existencia.

Y yo, yo, indio y nubio, nuevamente sobre las aguas...

Llegué cargado de oro, incienso y mirra ante el asombro
de aquellos niños descendientes del niño que fui, y, aunque
les llené los bolsillos de felicidades y abalorios,
me sentí el más patético de los mortales, el indio más triste,
el nubio más imbécil…

Qué hacer con el tiempo, con la casa, con los recuerdos...
En qué pedazo de piel he de tatuarme el sofisma salvador,
la fe, la luz, la sangre, la tierra, el pueblo… 
El agua,
si vivo, si estoy, perennemente sobre ella, si aún
las sirenas acechan en el cementerio de barcos abandonados,
entre las ralas y litúrgicas algas del fondo, 
y sus cantos me taladran los oídos a pesar de la distancia.

Qué hacer con Ítaca y sus genes, los genes del padre y de la madre,
de los hermanos y de sus descendientes...
Si  yo, yo, indio, nubio, Odiseo viril y fértil
(paradoja ourobórica),
sigo siendo incapaz de fecundar el agua.

O. Moré ® 2019



6 comentarios:

  1. Me gustó mucho, Ovi
    Siempre un gusto volver a leerte.
    Abrazos, vecino!!!

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    1. Mil gracias, hermosa mía. Qué grato saberte escalando mi pirámide. Y, aún más, saber que mis versos hayan sido de tu agrado. Abrazo enorme cargado de aché.

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  2. Me hiciste recordar la frase de Hesse, en “El juego de abalorios”, que dice “No hay descanso en el reposo tras un largo caminar”. El verso de cierre me pareció precioso como terrible, al igual que exacto para cerrar todo el discurso, y me deja el sabor de un Odiseo que, a pesar del regreso todavía tiene proezas pendientes por realizar.

    Enorme poema, mi estimado.

    Un juerte y toda la onda, compa!

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    1. Gracias, crack. Es un poema catártico hasta la médula. Siempre que regreso de la isla vengo desgarrado y me nacen versos de este tipo.

      Ah, Hesse, qué buenos recuerdos me trae. No leí "El juego de abalorios", pero sí una selección de sus cuentos y también "El lobo estepario", allá, en mi juventud, quizás con 17 o 18 años. Grande entre los grandes, sin duda.

      Te abrazo, compa. Mucho aché.

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  3. No creo que sea antipoesía, querido hermano.
    He vuelto después de mil lunas, y no quiero ausentarme más. Te leo, porque lo merece. Tu trabajo es de lo mejor que he leído y que leo. Abrazos peruanos de mi parte.

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    1. Gracias, amigo, un privilegio saberte por acá. Y gracias mil por esas elogiosas palabras. Los abrazos son recíprocos.

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