.
Había pensado tejerme otra epidermis,
mi pellejo de guajiro tropical no aguantaba más,
pero al observar detenidamente el craquelado
que tenía después de tantos siglos,
me di cuenta que me gustaban
sus rabiosas formas
Yo mismo
I
(Epidermis
ante el espejo)
Como
la tierra reseca
mi
piel se vuelve pellejo
de
perro jíbaro y viejo
donde
la memoria peca.
Y la visión se me obceca
ante
el lienzo craquelado
porque ha quedado tatuado,
por toda mi orografía,
el
riesgo de una utopía
que
arrastro desde el pasado.
No
sé si llegar al fin
y
morir sobre la cama
y
luego que en la retama
me
esparzan como aserrín.
No
sé si ser comodín
en
esta baraja obtusa;
no
sé si matar la musa
para
que muera conmigo
o
dejarla de testigo
de
tanta existencia insulsa.
II
(Epidermis sobre lienzo)
Ya
no soy papel en blanco,
llevo
borrones de tinta
y
hasta alguna que otra pinta
derramada
en cada flanco.
Y
si tengo que ser franco
sobre
mi composición,
diré
que no hay algodón,
que
soy sólo celulosa
de
bagazo o de otra cosa
que
no es digna de mención.
Y
cuando frente al gran Goya
me
sacié de su pintura
mimeticé su negrura
y
me olvidé de Sorolla.
Toda
mi sangre crïolla
abominó
de la luz
imbuido
en el capuz
de
las locuras goyescas
que
como a sombras chinescas
me
tornaron abenuz.
III
(El yo ante Arthur Danto)
El
arte ya estaba muerto
cuando
yo llegué a su lado;
todo
ya estaba pintado:
lo
imaginario y lo cierto.
Pensé
que estaba despierto
dentro
de un sueño irreal
pero
yo era un animal
dormido
entre la pintura
semejando
una figura
más
de humo que carnal.
Ni
el color de los fauvistas,
ni
las tesis de Bretón,
ni
el brochazo de expresión,
ni
ningún suprematista;
ni
la estética cubista,
ni
siquiera el puntillismo,
me
salvaron del abismo
ni
sacaron mi talento
para
que fuera en aumento
mi
pasión por ser yo mismo.
Quise
imitar a Dalí
en
un agorero sueño
pero
no logré el empeño,
de
la cama me caí.
Quise
ser como un semí,
un
ídolo del behique,
mas
algo estalló en mi psique
y me dejó trashumante
como
un becerro ignorante
bajo
el mando del cacique.
IV
(Epidermis perpetua)
Sigo
con mi piel de esparto
craquelada
y cenicienta,
y
su color aparenta
ser
membrana de lagarto.
Como
poeta comparto
esta
piel desdibujada
hecha
de tinta azogada,
al
óleo y malos escritos
que
sigue pidiendo a gritos
ser
nuevamente pintada.
Sigo
rodando y rodando
en
una huida infinita
porque
es diáspora maldita
qué
con el mazo va dando.
No
sé ni cómo ni cuándo
acabará
esta condena,
ni
dónde habrá una colmena
qué
quiera zángano tal:
displicente
y fantasmal;
bicho
raro y alma en pena.
V
(Conclusión de la epidermis)
Ni
poeta ni pintor,
ni
mago ni maromero,
me
quedé a medio sendero
cuando
quemé mi valor.
Ni
muso ni trovador,
ni
manso ni hijo de puta,
solamente
fui recluta
del
dios Marte hace bastante
pero
nunca fui arrogante
cuando
llevé su batuta.
Y
hasta aquí este alegato
sobre
mi piel ovejuna,
sobre
mi vida infortuna
de
necio y de caricato.
Pensarán
soy insensato
por
hablar tan mal de mí
pero
eso no importa si
lo
hago "fiero y sin saña"
porque
esto es una patraña
que a la muerte le tejí.
VI
(Apéndice visceral disparatada)
Ya
no hablo más de mi piel
y las vísceras exhibo
mientras
despacio galibo
sus
contornos a cincel.
Me
extirpo de forma cruel
el
hígado azafranado,
y
en ese mismo costado
se
me extrapola un riñón
al
sitio del corazón
que
ya estaba desahuciado.
El
vaso que estaba lleno
de
un líquido iridiscente
se
desbordó de repente
y
resultó ser veneno.
Se
anegó todo el terreno
en
que mi cuerpo moraba
y
yo fingí que lloraba
con
una angustia sin par,
pero
en verdad era el mar
el
que azul me envenenaba.
Mi páncreas ahora recita
sofismas,
es erudito,
es
un poeta bendito,
es
Arcipreste de Hita.
La
cosa es tan inaudita
que
hasta el intestino grueso
es
un perfecto sabueso
de
la prosodia española
y
al hacer su merendola
deja
al grafema en el hueso.
Mi
próstata hizo un ensayo
sobre
Eros y el hedonismo,
otro
del culteranismo
y
uno del jurista Gayo.
En
semiótica es un rayo
y
en semántica “la leche”,
de
ahí que yo la aproveche
para
escribir mis locuras
en
féminas hendiduras
y
mi verso se coseche.
Fue
así que la poesía
en
su extrema liquidez,
dejándome
en la viudez,
se
me escapó en gran cuantía.
Seguro
estaba que el día
en
que el torrente fluyera
de
mi cuerpo para afuera
iba
a ser un libro roto,
pero
resultó un cigoto
de
verbo en la sementera.
Nota:
Perdonen las asonancias
entre una décima y otra,
y el uso de los gerundios
como dos piedras rabiosas.
Perdonen si "aliteré"
(ya sé que el verbo no goza
aún de la aceptación,
de la academia española).
Perdonen si "anaforé"
y quemé mucho la torta,
pero estaba como un loco
escribiéndole a su loca
avejentada epidermis
y se me fueron las horas
en espontáneo arrebato,
y no me importó la ropa
que le pusiera a estos versos,
ni qué figura retórica
viniera a beber el vino
de esta desbordada copa,
porque a veces quedo harto
de guardar tanto las formas.
Esto es tan sólo un jarabe
para curar mis congojas.
Escrito de cualquier manera, en un día sin gracia y pensando en las musarañas.
O. Moré
O. Moré
2017
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