lunes, 19 de octubre de 2009

El esclavo Barre.


Ilustración: OSMOME.

Fría mañana. Ha llegado el otoño con su pijama de hojas secas. Hojas secas de platanero para ser barridas por el esclavo abisinio. El esclavo, mientras, escribe y escucha a Sabina: Pájaros de Portugal. Luego barrerá las hojas.
Las personas llegan.
Hola, dicen. Buenos días, dicen. Él, el esclavo, responde con un movimiento de cabeza, como afirmando, y con un ligero e imperceptible murmullo. A través del cristal apenas se oye algo, pero él lee los labios de los que le saludan. Otros pasan, simplemente, pasan. Mudez.

Hojas pardas en la entrada,
y el esclavo que las barre
suelta el lastre y el amarre
que le ata a la estacada.
Levita sobre la nada
mientras barre sus miserias.
Observa las caras serias
de esclavistas y soldados
sobre cuerpos seccionados
arrastrando sus histerias.

También el sol enmudece,
no grita ni tiene brillo;
a borrado su amarillo,
pareciera que atardece.
El esclavo que padece
de sombra y de vendaval
sigue barriendo el portal
sin inmutarse, sin prisa.
La mente canta sumisa:
Pájaros de Portugal.

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