Alegoría de los confines
Aléjame la tundra y los sargazos;
las tierras ilusorias e irredentas;
acércame a tu mar, el de tus brazos,
a tus regiones tibias y sedientas.
Y nada de sabanas o siberias;
y nada de desiertos o ciudades;
mezclemos con un beso las bacterias,
abriendo de tu boca las mitades.
Y luego, cuando el barco esté ligero,
y sepas en cuál mástil va la vela,
sólo tienes que hacerme prisionero.
Y al brotar en tu mar mi blanca estela,
se me ha de estremecer el cuerpo entero:
mi navío, mi bajel, mi carabela.
O. Moré ®



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