domingo, 9 de febrero de 2025

¡Ah, los sonetos!


 Ilustración: Manifiestos / O. Moré (tinta, acrílico, grafito sobre cartulina)


Rescatando sonetos antiguos.



𝐌𝐞𝐦𝐨𝐫𝐢𝐚 𝐝𝐞 𝐀𝐝á𝐧

Y profundo y colmado de frialdad
te acuchilla el silencio, y sin amparo
te deja a la merced de un mundo ignaro,
en la noche, mostrando su maldad.
Y tú lloras en versos tu verdad
como un ángel sintiendo que el disparo
al centro de tu pecho, aunque es muy raro,
solamente te trae soledad.
Y vives sentenciando cada herida;
te abocas hacia un mundo de ilusiones
porque eres un Adán que nunca olvida.
Y viertes en la tinta tus pulsiones
esperando comenzar otra partida
y bordarle al amor otras pasiones.

𝐒𝐨𝐧𝐞𝐭𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐌𝐨𝐫𝐠𝐚𝐧𝐚 𝐞𝐧 𝐥𝐨𝐬 𝐣𝐮𝐞𝐠𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐡𝐚𝐦𝐛𝐫𝐞

Si jugarme la vida tu hambre sacia,
yo a tu abismo me lanzo cual Aquiles
que descuida el talón, aunque seniles
mis ojos no distingan la desgracia.
Tal vez pierda la vida en tal audacia
y me alcancen tus pérfidos misiles,
y mis ansias enciendan los candiles
sin lograr ser victoria en Samotracia.
No, no quiero ganar, no si tus ojos
no me incendian la piel con su violeta
y quedo sobre el podio hecho despojos.
Sólo quiero ganar la noche inquieta
con sus nubes oscuras, sin abrojos,
y en sus sedas comerme tu silueta.

𝐒𝐨𝐧𝐞𝐭𝐢𝐜𝐢𝐝𝐢𝐨

Si he de morir que sea a sonetazos:
la cabeza rebáname a cuartetos;
sobre el pecho me clavas los tercetos,
que quiero agonizar entre tus brazos.
No importa si los versos son balazos
y luego me desangro entre los setos.
No quiero que recurras a amuletos
que protejan sin rima mis pedazos.
Ahora cuando vengas me "sonetes"
cual un verso a tu sádica metáfora,
bien atado a tu verbo con grilletes.
Convertidos en soneto con anáfora
no importa cuál retórica decretes
ni qué deixis, elipsis o catáfora.

𝐒í𝐧𝐝𝐫𝐨𝐦𝐞 𝐝𝐞 𝐀𝐜𝐭𝐞ó𝐧

La puerta que te abrí, mañana cierra,
no hace falta que vuelvas con la aurora,
resguárdate en tu caja de Pandora,
allí, que es donde libras cada guerra.
No temo a tu maldad, a mí se aferra
el alma de otra diosa redentora.
Ya sé que eres cual Diana Cazadora
y tu saeta es arma que me aderra.
Yo aquí me quedo erótico y marchito:
un ciervo inerte herido en el costado,
pues soy la prueba, el cuerpo del delito,
que sigue siendo "polvo enamorado"
en viaje con Caronte al infinito
sabiendo que tu orgullo me ha matado.


O. Moré