lunes, 28 de septiembre de 2020

Benotinas / GUAJIRO UTÓPICO

 

  Eduardo Benot ( Cádiz 1822- Madrid 1907)


Vicente Espinel, conocido por la invención de la espinela, publicó las primeras en su libro Diversas Rimas alrededor del año 1591, bajo el nombre de redondillas. Fueron otros quienes posteriormente bautizaron la composición del rondeño con el nombre con que hoy es conocida esta estrofa (si no me falla la memoria, creo que tal honor se debe a Lope de Vega).

Leyendo el libro de poemas España, editado en Madrid en 1905, de otro insigne andaluz, el gaditano Eduardo Benot, di con un tipo de estrofa hasta ese momento desconocida para mí. Me puse a investigar y constaté que era invención del propio Benot; no obstante, no hubo manera de encontrar en ningún lugar, al menos en toda la bibliografía que consulté al respecto, cómo se denominaba esta estrofa, por lo que yo, de momento, la he nombrado “benotina” en honor a su creador, al igual que hicieron los contemporáneos de Espinel con su archiconocida espinela.

Algunos preceptistas, doctos en poesía, métrica y versificación, solo alaban de Eduardo Benot su labor como prosodista, metricista, político y hombre de ciencias, pero no su obra poética. Sin embargo, yo, un humilde aficionado, disiento de tal criterio. A mí me parece una de las obras poéticas más musicales y mejor compuestas de la poesía castellana, no por el fondo, sino por la forma. Su trabajo con el ritmo, como buen prosodista y fonólogo que era, es admirable. Pero, bueno, no me hagan mucho caso; ya lo dije, soy solo un poetastro al que le gusta la musicalidad. A mí, su manera de concebir el verso me convence.

Benot, a pesar de ser contemporáneo de los modernistas, siguió el derrotero romántico, y eso algunos críticos se lo echan en cara, algo a lo que tampoco le veo mayor importancia. También lo fue Picasso de Pollock (contemporáneo, digo) y no vi que el primero abandonara el cubismo para dedicarse a los chorreos (drippings) del segundo porque este, supuestamente, innovaba.

José Domínguez Caparrós, erudito donde los haya, dice, refiriéndose precisamente a esta composición de Benot de la que les hablo, que es “artificiosa”. No seré yo quien contradiga a este ilustre señor, al que además admiro muchísimo, pues he leído bastantes trabajos suyos sobre métrica y versificación. Solo diré que, si esta estrofa es artificiosa (en un sentido despectivo, si es que era esa la intención de Domínguez Caparrós), ¡pues que viva el artificio! Porque, a mí, me ha encantado y me parece una verdadera delicia rítmica: pura música, pura cadencia… Un regalo para los oídos. Y es que, al final, todo es una cuestión de gusto: ese concepto tan traído y llevado, desde hace siglos, por filósofos y estetas. A mí, gente querida, me gusta esta forma de rimar. ¿Y qué? ¿Qué pasa? ¿Soy obtuso por ello? Lo siento, José, me gusta lo repetitivo; qué le vamos a hacer. Al igual, Caparrós al oír esto me respondería con una frase del propio Benot en su “hospital de enfermos incurables,” de su libro Prosodia Castellana y Versificación:

—Ovidio, ¿y porque usted no tenga olfato, he de aguantar yo la peste?

A lo que yo respondería:

—Ah, maestro, es que no todos podemos ser tan sibaritas; los mediocres también tenemos derecho a vivir y, por lo tanto, a oler de otra manera, digo yo. ¡Ojalá todos pudiéramos ser genios! Recuerde, además, de dónde vengo; llevo el ritmo en cada secuencia de mi ADN: mis cromosomas están repletos de sones, guarachas, guaguancós, rumbas, bachatas, merengues, chachachás, etc.

La estrofa de Benot, a la que me refiero, está compuesta por doce versos heptasílabos divididos en dos estrofas de seis versos, donde se combinan, en cada una, la rima esdrújula con la rima grave (llana) y con la rima aguda en una equilibrada alternancia. Cada estrofa acaba en aguda y cada verso tiene acentos en la 2ª y 6ª sílabas. Las rimas graves y agudas son consonantes, mientras que las esdrújulas quedan sueltas.

Como esta estrofa me impresionó tanto, ni corto ni perezoso, me di a la tarea de imitar a Eduardo Benot y he aquí mis “benotinas”, seguramente plagadas de errores. El propio Benot, quizás, me mandaría de cabeza a su hospital de enfermos incurables, pero… ¿qué hay del divertimento, de la ludicidad, del onanismo poético ante la desnudez de una página blanca y una estrofa desconocida? La verdad es que no puedo ni pude resistirme.

Bueno, espero que sean de vuestro agrado y, si no lo son, porque también creéis que son artificio puro y apestan, no se acaba el mundo. Yo me lo pasé en grande componiéndolas e investigando su génesis y, como dice el dicho: sarna con gusto no pica.

Y, por favor, si alguien sabe cuál es el verdadero nombre de la estrofa, que me lo haga saber.

Muchísimas gracias a todos de antemano.

Guajiro utópico (benotinas)



I


Yo fui guajiro utópico
de urbanos arrabales,
de “corpus ” esquelético
y poses fantasmales
que obraba en un caótico
mundillo del azar,
y fui ganando lícito,
coraza tras coraza,
el numen que titánico
hoy lúdico me abraza
y doma mi enigmático
instinto de ser mar.

II

Yo fui fantasma tímido
sin nieblas ni cadenas
vagando (lobo errático)
al lado de las hienas

como una nube en tránsito
en pos de una ilusión.
Hoy soy el flujo eléctrico
que escapa presuroso
sabiendo que no es mítico
el tiempo que insidioso
con un disparo último

nos mata la pulsión.

III

Yo fui ese pez diaspórico
de agallas inservibles
en mares impertérritos
y playas insufribles
de arenas y de imágenes
de “ignota irrealidad”.
Y hoy soy un tipo estético
que pinta raros peces,

deformes, en el ágora

con nuevos feligreses
del lienzo blanco y cándido
que teje mi amistad.

IV

Yo fui pastor de un círculo
de cisnes trovadores
y vi quemar impúdico
mi voz en los albores
de un día asintomático
que no pude vencer.
Y hoy soy un vate híbrido
de estirpe desahuciada
versando cibernético
sus  versos en la nada

y siendo un loco tímido
sin ansias de poder.


V


Yo fui un verbo esdrújulo
en un poema en ruinas
y fui cantar erógeno
en camas libertinas
adicto al halo púrpura
de un viejo desamor.
Y hoy soy un ente empático
que ama a su sirena
y vive en otra cúspide
bien lejos de la escena
de aquel isleño escuálido
que fue mi antecesor.



O. Moré / 2020