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domingo, 28 de mayo de 2017

Disparates




No es lo mismo el disparate de la razón que la razón del disparate. Aunque sean las dos cosas igualmente disparatadas. No es lo mismo la razón que disparata que el disparate que razona. No son lo mismo las razones de disparatar (las de Cervantes, Santa Teresa, Lope) que los disparates razonados, como aquéllos que hicieron a Juan de la Encina chistoso personaje seudo-mitológico en el sueño infernal de Quevedo.
José Bergamín




Sueño de la muerte (fragmento)


-Soy yo -dijo- el malaventurado Juan de la Encina, el que habiendo muchos años que estoy aquí, toda la vida andáis, en haciéndose un disparate o en diciéndole vosotros, diciendo: «No hiciera más Juan de la Encina», «Daca los disparates de Juan de la Encina». Habéis de saber que para hacer y decir disparates todos los hombres sois Juan de la Encina, y que este apellido de Encina es muy largo en cuanto a disparates.(...)

Francisco de Quevedo


No después de mucho rato
vi venir un urinal
puesto de pontifical,
como tres en un zapato;
 tras él vi venir un gato
cargado de verdolagas,
y parce mihi sin bragas,
caballero en un gran pato
por hacer más aparato.
.


Juan de la Encina

                    El disparate completo aquí

Ah, qué delicia los disparates, cuánto disfruto con ellos. La vida es disparatada, hay que mofarse de la vida, y hasta de la muerte. Yo quiero ser un disparate; yo soy, sin lugar a duda, un disparate de la naturaleza, y, como tal, disparateo.  Para Juan de la Encina o de Encina, lo mismo da que da lo mismo, y para Quevedo.  Ahí va eso:




Disparate 1

De un salto mi corazón
se me salió por la boca
gritando: ¡ Ahora me toca
librarme de tu prisión!
E igualito que un león
rugió y me enseñó sus fauces,
y vi correr por los cauces
de cada infame ventrículo
un riachuelo ridículo
de la savia de los sauces…

(sí, de los sauces llorones,
de los que en mi patio hay
y que en un gran guirigay
se matan a pescozones).
Y tal, sin otras razones…
(que me he ido por las ramas)
mi corazón cien proclamas
me lanzó a boca de jarro
y luego cual raudo carro
se las piró envuelto en llamas.

Ahora soy un monigote
de trapo, una marioneta,
un poeta no poeta,
un malogrado estrambote.
Para colmo en el cogote
me ha salido una erupción
que me da una picazón
de mil demonios y que es
que al hongo de mis dos pies
les ha dado el subidón.

Ya no tengo sentimientos,
mi cuerpo es todo apatía,
sólo como catibía,
y nunca tengo contento.
Soy como el malo del cuento,
soy un zombi putrefacto,
que debe firmar un pacto
con el barquero Caronte
y viajar de polizonte
llegado su último acto.

¿Mas es esto un disparate…?
Claro que lo es también,
porque  a quién, díganme, a quién
no le han dado jaque mate.
Cualquiera, en igual dislate,
ya perdida la razón
por ver a su corazón
huir de sí, habrá escrito
un vademécum maldito
sin talento y sin pulsión.

Disparate 2


Yo vi un grillo relojero
remendando calzoncillos
con las patas de otros grillos
sentado en un hormiguero.
Y vi un perro perdiguero
ponerse una falda larga
y levantar una carga
de boñigas de becerra
mientras ladraba a una perra
y comía escoba amarga.

Y después de esta visión
yo me fumé tres tabacos
y me hice en los sobacos
trenzas de tirabuzón.
Me libré del pantalón,
dejé al aire mi indecencia,
pero al mirar con paciencia
donde campeaba mi hombría
el bulto no se veía,
carecía de existencia.

Me transmuté en elefante
para gloria de mi trompa
y logré hacer una pompa
de jabón en el instante.
Y luego cual ignorante
fui mostrando mi badajo
y en la Casa del Carajo
un mosquito se enfadó
y la trompa me cortó
con furia de un solo tajo.

Cogí al vuelo dos conejos,
me los puse de chancletas
en mis dos paticas prietas
llenas de sangre y pellejos.
Y vi que los entrecejos
de todos los animales
se arrugaban y eran tales
las arrugas en sus caras
que tenían formas raras
como las heces fecales.

Me dio el alto una gallina
que iba montada en zancos
y entonando bellos cantos
como una sirena albina.
Me dijo que tras la esquina
había un pastor alemán
bebiéndose un pacharán
y multando a todo el mundo,
que se llamaba Facundo
y estaba hecho de pan.

Yo creía que soñaba
y entonces me pellizqué
y aunque mucho lo intenté
del sueño no despertaba.
Fue ahí cuando una guayaba
saltó rauda de su mata
y me puso una corbata
con hojas de tamarindo
y dijo: Así estás más lindo
aunque estás oliendo a rata.

Me puse a rebobinar
y fue que caí en la cuenta
que ya llevaba cincuenta
tragos de ron  sin parar.
Y que antes de yo empezar
a beber como un cosaco
haciendo honores a Baco,
leía a Juan de la Encina
en una sucia cantina
llamada El hombre del saco.

Me fui de allí en un camello
que dibujé con un boli
y que me quitó la poli
por no haberle puesto el sello.
Entonces en un destello
de erudición quevediana
le grité rabioso al fiana*:
Si yo me muero por vivo
seguro que no soy  chivo
porque ayer será mañana.

Y Carmelo, el policía,
que era el burro de Bailén,
me dijo: Tú estás a cien,
necesitas agua fría.
Llamo a mi suegra Lucía
para que venga al rescate
y que urgente a ti te trate
ese empacho de mollera
porque toda esta sonsera
no es mas que un gran disparate.

O. Moré
2017

*Fiana: Policía en el argot popular de Cuba.

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