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martes, 24 de octubre de 2017

Plegaria antigua en cuatro movimientos


Creencia /Jesús Hermida / CUBA




Plegaria antigua en cuatro movimientos

“Ser de inmensa bondad, Dios poderoso
a  vos acudo en mi dolor vehemente…”

Plácido

Primer  Movimiento
(romance heroico)

Oh, mi gran Dios, perdona mi ignorancia,
mi tímida mirada de ave quieta,
mi pez atravesado en la memoria
nadando en el lagar de mi cabeza.
Perdóname, Dios mío, este destierro,
perdóname este cuerpo que se quema,
perdona mi linaje  agreste y turbio
de anélido bastardo bajo tierra.
Perdona estas dos manos que dibujan
telúricas pasiones en la esfera
de un anhelo amansado en la distancia
acechado por vientos y por bestias.
Perdona, mi Señor, este ateísmo,
mi lengua censurada que no reza,
la caricia erotómana en el pubis
de una virgen vestida de poema.
Perdóname esta furia asonantada
que arrasa con el credo del esteta
y sangra la inocencia y la premura
del niño que habitaba en la quimera.
Perdona, gran señor, el gusto amargo
de estos días sin paz, de casi guerra,
en que finjo ser sordo y apopléjico
y me siento parásito y ameba.
Perdona que no implore hacia tu cielo,
que me esconda detrás de una novela,
que me tale los brazos y no escriba
el épico discurso que se espera.
Perdona que de amor esté muriendo
por no ver  germinar mis malas letras,
perdona a mis amigos, los oblicuos,
que olvidan, sin querer, estas certezas.

Segundo movimiento
(Verso sciolto)

I

Perdóname, Dios mío, padre santo,
por mi fe en Gelman, Borges y en Salinas,
en Lezama, en Carilda y en Virgilio.

Perdóname, Señor,  por Aleixandre,
por mi credo en su Diosa y en su tigre.

Perdóname, Señor, por la impostura,
por este caracol solo y nocturno1
en su estrecho rectángulo de agua;
por ensayar las magias, aun menores,2
que grafica mi sueño alucinado.

II

Te pido, mi Señor, misericordia,
por creer en Neruda y en Martí,
en el bardo de otrora y los juglares,
en las rimas de Bécquer y Zenea,
en  Góngora con todos sus orfismos,
en la lira del viejo Nicolás,
en sus sones de Sóngoro Cosongo,
y en los negros heraldos de Vallejo.

Perdóname, Señor, mi rey de reyes,
porque creo en las fases de la luna,
en el baile sensual de las mareas,
en las flores de fuego y en su hechizo;
en los peces amantes de Alfonsina,
en los juegos voraces de Huidobro,
en  la palma real que besa a Nancy,
en Onetti, en Casal y  la Agustini .

Perdóname, Señor, y ten piedad
de mis alas de antiguas aleaciones,
del verbo desmedido y tan barroco
con que pinto sinuosos madrigales
a Cortázar, a Octavio, a Naborí,
a Plácido, a Chanito, a Justo Vega,
a Gabriela, a Domingo y a Darío.

Perdóname, Señor, mi gen de nubio,
mi eterna devoción por  Eliseo,
mi gusto por el Niágara de Heredia,
mi diáspora en todos los papeles,
mi verbo inacabado e inexacto
imitando las formas de Aramís,
del elfo Marimón, del tío Ángel,
de Arístides, de Alfredo y de Digdora.

Perdóname los tés en el Parnaso
de mi Atenas de puentes y vigías,
del Sauto redimido por la lluvia
parida por las aguas del San Juan.
Perdona que viviera la catarsis
de Laurita, de Bertha y de Damaris,
tejiendo las palabras en las piedras
de calzada de Tirry ochenta y uno.

Perdóname, mi Padre Celestial,
por pecar con la rima diletante
del músico Espinel, de Garcilaso,
de Cervantes, de Lope y Calderón;
de Teresa, de Lorca y de Manrique.
Perdona que por sed haya bebido
en casa de Heriberto lo inefable
con agua verdadera de los templos
en las manos de Náyade Cantora.

 Y perdona, Señor omnipotente,
que no crea  en los ricos gobernantes,
ni en los negros arcángeles de abajo,
ni en los blancos arcángeles de arriba,
ni en extremos de izquierda o de derecha
de la cuerda tensada injustamente,
ni en ofrendas de vida tras el sueño,
ni en los sueños quiméricos de ilusos.

Padre Santo, recuerda que he vivido
de promesas incumplidas  todo el tiempo.
Que aprendí la lección, y sé de ensayos,
de utopías, retórica y discursos
tan vacíos y llenos de esa chispa
que calienta  cerebros de inocentes.

Padre Santo, recuerda a Benedetti:
“Vaya, vaya, si Dios fuera mujer
es posible que agnósticos y ateos
no dijéramos no con la cabeza
y dijéramos sí con las entrañas.”

Tercer movimiento.
(Soneto)

Señor, Señor del todo y de la nada,
señor de la verdad y la inocencia,
señor de la piedad y la clemencia
te pido que reniegues de la espada.

No quiero ser actor en la  impostada
escena de dos bandas, por inercia.
Yo no quiero saber que se comercia
con parte de mi sangre derramada.

Ayúdame Señor, calma mi miedo
y baja de tus predios angelados
y acusa a la canalla con tu dedo.

No me dejes en tierra secuestrado
por la avaricia del poder y el credo
de aquellos que me tienen olvidado.

Cuarto Movimiento
(Décimas espinelas)

Aquí vuelvo, donde Vitier
y Gertrudis y Ballagas,
curando todas mi llagas,
pudiendo ser o no ser.
Mientras, amo a una mujer
de versos despreocupados
y simbolismos tatuados
en su piel cual un papiro.
Ignaro su cuerpo miro
con mis ojos asombrados.

Esa mujer, mi gran Dios,
es el cuerpo de un poema,
es lo arcano, es erotema,
que quiebra mi mente en dos.
Ella me ha dado esta voz
para versar mi homilía
y que en plena eucaristía
entre la oblea y el vino
pueda gritar con buen tino:
mi Dios es la poesía.

En ella creo y le rezo,
a ella le ruego y le canto,
por ella yo me levanto,
por ella soy algo avieso.
Ella fue carne y fue hueso
de Loynaz y Milanés,
de Espronceda, del Marqués
de Santillana y Cernuda.
Ay,  mi Dios, no cabe duda
es ella mi palmarés,
mi trinidad más que santa,
mi locura, mi existir,
y el imperioso decir
que se atora en mi garganta.
Ella a Porfirio diamanta
y a José Ángel pervierte,
porque es trébol de la suerte
que fagocita los males
y convierte en inmortales
a los bardos tras la muerte.

Es ella quien salvará
este mundo sin cabeza
y traerá la nobleza
de otro cielo más allá.
Su cristal refulgirá
en los insomnes espejos
y acabará con los viejos
males que nos intoxican,
pues sólo así multiplican
su visión los catalejos.

Con estos ojos de atlantes,
los catalejos ignotos,
veremos cuales devotos
serán los nuevos garantes.
Y, Dios, por fin los amantes
de tu antigua religión
verán la resurrección
de Jesús hecho poema
venciendo todo anatema,
haciendo revolución.


Coda

Perdóname, Dios mío, este arrebato,
este andar de funámbulo que a ciegas
por la cuerda camina  timorato
sobre el campo inhóspito que anegas.

Perdóname, Señor, ser tan ingrato.


O. Moré 2017
(Poetastro)

Notas:


1 (Definición que da José Lezama Lima a la poesía en entrevista con el ensayista cubano Ciro Bianchi Ross)

2 (Definición de Jorge Luis Borges sobre la escritura de su poesía, en la introducción a su libro Los Conjurados)

En estos casi-poemas, de este no-poeta, no están todos los artífices del verso que deberían estar, pero los que están, se lo han ganado con creces, porque todos, sin excepción de ninguno, forman parte de mi acervo, de mi poiesis, de mi antología personal, de mi catauro. Ellos me enseñaron a amar la poesía, la poesía en lengua castellana. El catálogo en lenguas foráneas también  merece una futura mediocridad  como ésta. Ya veremos, quizás un día de estos… ¿quién sabe? Tiempo al tiempo.

Por orden de aparición:

Jorge Luis Borges
Pedro Salinas
José Lezama Lima
Carilda Oliver Labra
Manuel Aleixandre
Pablo Neruda
José Martí
Gustavo Adolfo Bécquer
Juan Clemente Zenea
Luis de Góngora
Nicolás Guillén
César Vallejo
Alfonsina Storni
Vicente Huidobro
Nancy Morejón
Juan Carlos Onetti
Julián del Casal
Delmira Agustini
Julio Cortázar
Octavio Paz
Jesús Orta Ruiz (El Indio Naborí)
Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido)
Chanito Isidrón
Justo Vega
Gabriela Mistral
Domingo del Monte
Rubén Darío
Eliseo Diego
José María Heredia
Aramís Quintero
Luis Marimón
Ángel Antonio Moreno
Arístides Vega Chapú
Digdora Alonso
Alfredo Saldívar
Laura Ruiz Montes
Bertha Caluff Pagés
Damaris Calderón
Vicente Espinel
Garcilaso de la Vega
Miguel de Cervantes
Lope de Vega
Santa Teresa de Jesús
Federico García Lorca
Heriberto Hernández Medina
Náyade Cantora (Tania Moreno)
Mario Benedetti
Jorge Manrique
Cintio Vitier
Gertrudis Gómez de Avellaneda
Emilio Ballagas
Dulce María Loynaz
José Jacinto Milanés
José de Espronceda
Marqués de Santillana
Luis Cernuda
Porfirio Barba Jacob
José Ángel Buesa



(Como dicen en mi pueblo: no están todos los que son, pero sí son todos los que están)

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