Ilustración del autor |
Esa tenue luz está
abatiendo el rincón inesperado en que la muchacha
agita su vestido,
donde se cobijan lagartos azules y elfos milenarios.
En larguísimos
pétalos se va deshojando su mirada inquieta, revoltosa.
Mis dedos sudan. La
noche toda muestra sus cicatrices de silencio, y esta
muchacha de andar
de holocausto me cultiva la piel con sus tímidas
hormigas. ¿Es la
noche más oscura y clara de mi encierro? Ya puedo
volver al desayuno
febril de carcajadas cuando esta muchacha reviente
con sus manos el
misterio de mi pecho. Esa tenue luz está abatiendo el
rincón inesperado
en que la muchacha desanda las locuras perdidas y se
entrega al rechinar
de mi lecho, esa muchacha que es sólo un soplo tibio
en mi oído; y es
casi afilada espada en mi garganta.
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