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lunes, 10 de agosto de 2020

Las regiones no pintadas...


(acuarela y tinta sobre cartulina)


I


Las regiones no pintadas

son lugares del pasado

que nunca yo he iluminado,

aunque en mí estén tatuadas.

Cardiopatía vedada

en mi ventrículo izquierdo,

donde me acecha un recuerdo

y el desarraigo me muerde,

y mi cordura se pierde,

aunque siga estando cuerdo.


Ellas son mi fantasía,

y el futuro que adivino,

alzando el lápiz con tino

y fiel a mi orografía.

Ellas son la geografía

cartografiada y ausente,

son el seno y la tangente,

y el paisaje aún velado

que espera ser retratado

de una forma diferente.


Son todas mis aficiones,

y son mi mejor alpiste;

son cada momento triste,

las dudas, las reflexiones.

Son todas mis decisiones:

las antiguas, las futuras;

todas mis caricaturas,

mis espasmos venideros,

los pasos en los senderos

que hollaré en mis aventuras.



II



No hay manera de que sepas

de un hombre sus circunstancias;

no conoces qué sustancias

alimentan sus estepas.

No sabes qué recias cepas

han destilado su vino,

ni cuál ha sido el camino

que han desandado sus pies,

ni que victoria o revés

han marcado su destino.


Ejemplo, si aquí relato

dos vivencias y las aúno

en un poema, ninguno

quizás entienda el retrato.

No han calzado mi zapato,

no saben, se les esfuma;

no entenderán que mi pluma,

por orden de mi inconsciente,

dicta un verbo diferente,

etéreo como la espuma:


“Kubin perpetró el disparo

con una vieja pistola,

como aquel que tinta inmola

sin ser un pintor preclaro.

Y yo siendo un ente ignaro,

también en mi adolescencia,

soñé, con cierta violencia,

lanzarme al rojo ramaje

de un flamboyán sin mi traje

protector, con imprudencia.”


Ves, no puedes entender

estos versos que yo he escrito,

porque son veraz detrito

de mi otrora acontecer. 

Tú no lo puedes saber,

ni puedes imaginarte

cómo concibo mi arte,

sacando desde la nada

esa región no pintada

que alzo cual estandarte.


No sabes de mis dibujos,

ni sabes mis obsesiones,

no sabes que esas regiones

las sueñan mis ojos brujos.

No sabes de los influjos

de Goya o Portocarrero,

no sabes lo que yo quiero,

no sabes de mi acuarela,

no sabes que en mi espinela

el pincel habla primero.


No habrá metáfora vana, 

aunque sea estrafalaria,

si alumbra siempre, incendiaria,

una sapiente ventana.

Ni habrá palabra malsana

si surrealista dibuja

un sueño y luego una aguja

teje de versos su piel;

ya lo dije, o si el pincel

logra que el poema ruja.


Cuando leía a Lezama

(Décimas de la querencia)

encontré la quinta esencia

escama tras otra escama.

Qué importaba si la dama

(la palabra fiera y suave)

tenía de bruja y ave

si al dibujar sus regiones

la hechizaban esos dones

de aquel que de espejos sabe.


No creo que haya forzado

mi verso caleidoscópico,

ni creo que use el tópico

del poeta aplatanado.

Yo no salgo disfrazado

de genio ni de figura;

no sé la nomenclatura

que en este caso ha de usarse

cuando solo ha de enfrentarse

mi seso con la escritura.


Pinto un verso igual que pinto

el rostro de una mujer

y luego escribo a placer

con la acuarela, sucinto.

Pinto, escribo, escribo, pinto

silencios, distancias, nada,

pinto la ausencia, la espada

del olvido y pinto en blanco

el dolor que hay en el flanco

de mi región no pintada.


Y escribo negros renglones

con la acuarela de nieve

e invento en un trazo leve

regiones, sólo regiones.

Me nacen a borbotones 

desde lo ignoto y lo bello,

y a veces son un destello,

un brote, una imprudencia

de “lezamiana querencia”

que en el azogue yo sello.


Regiones, sólo regiones

del pasado y del presente,

regiones del inconsciente,

regiones sólo regiones.

Carne frugal de ilusiones,

matorrales, valles, zonas,

ríos, montañas que abonas

para que crezcan un día

como imagen que valía

el parto de tus neuronas.


III


He sido repetitivo,

lo sé, y nada me importa;

aquí ha sangrado mi aorta

con su verbo sensitivo.

No me importa cómo escribo

cuando es mi auténtico yo

y mi mente imaginó

una ilusa alternativa

si así sigue estando viva

la pulsión que lo engendró.


Y si hay varias asonancias 

entre algunas espinelas;

serán como centinelas

que cantan sus arrogancias.

No me importan las distancias

que me alejan del buen bardo,

en esa fogata ardo

como cualquier otro idiota.

Yo nunca entendí ni jota,

yo siempre fui un poco tardo.


No esnifo literatura

ni exudo dones divinos;

yo sólo encuentro caminos

para llegar, sin premura.

Y si no llego a la altura

no me importa, no me apeno,

no me aboco hacia el veneno,

no me desangro, no grito,

no cometo algún delito,

no me culpo, no me alieno. 


Sigo pintando regiones…,

o no las pinto, y me sano;

sigo dándole a mi mano

metáforas y razones.

Sigo sembrando ciclones

y recogiendo aguaceros;

sigo desandando eneros

un año tras otro año;

sigo sintiéndome extraño

entre dioses altaneros.


Sigo pintando mi ruta

que no va a ninguna parte;

sigo creyendo que el arte

es mi región absoluta.

Sigo siendo un fiel recluta

de los versos y la prosa;

yo sigo siendo otra cosa

aunque juegue a ser poeta;

ser así es mi única meta

y no una vida gloriosa.


Y por eso no renuncio

a la región no pintada

aunque yo siga en la nada,

repito, nunca renuncio.

Lo reafirmo, me pronuncio

a favor de mi locura,

de mi metáfora oscura,

de mi imagen obsoleta,

de mi rupestre receta

al cocinar mi escritura.


Ya lo dejo, soy cansino

hasta decir no va más,

y aunque no he sido mordaz

eso suele ser dañino.

Me voy, retomo el camino

hacia mi idílica cueva,

esa región que me eleva

y al mismo tiempo me oculta,

esa región ora culta ora caudal del “Esgueva”.

O. Moré 8/2020


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