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martes, 14 de noviembre de 2017

Breve crónica de un encuentro





Mariella Huelmo es una hermosa mujer de mediana estatura, menuda complexión y una amplia sonrisa que irradia luz y contagia todo en derredor.  Dice aquel popular refrán, tan repetido en mi isla, que: “el perfume bueno viene en pomo chiquito”, y eso es lo que es esta poeta nacida en 1966 en Rocha, Uruguay: un frasco de la mejor esencia poética, pero, sobre todo, un ser humano entrañable, dueña de una bella fragilidad y, paradójicamente, de una gran e inquebrantable fortaleza.
Mariella en una de las presentaciones de su libro


Conocí a Mariella por esos ignotos e inexplicables azares del destino, esos hilos que él teje convirtiéndolos en un tapiz para la casualidad. No desenredaré  ahora aquí toda la madeja,  iremos directos al meollo: resulta que tenemos un amigo en común, un músico y poeta al que ella conoce en persona y yo sólo conozco de manera virtual, me refiero a Carlos Távara, coterráneo de Vallejo y uruguayo por adopción. Mariella venía a España para participar en una serie de eventos poéticos y literarios en las ciudades de Granada y de Barcelona, y, a su vez, para presentar su último libro: En el pliegue de la noche. Carlos nos puso en contacto. Así que, apenas la ocasión y la marabunta política que por esos días azotaba estos lares  nos dio una tregua, raudo acudí, acompañado de mi mujer,  al encuentro de Mariella para convertirnos en sus “anfitriones” y guías, y recorrer con ella esta hermosa ciudad tan llena de encanto y cultura llamada Barcelona.


Caminando por las zonas más emblemáticas del barrio gótico comenzamos a descubrirnos Mariella y yo. Así supe de su bregar literario y poético, de su labor docente como profesora de literatura, de su implicación en los talleres literarios, de su participación como jurado en distintos certámenes de poesía, de sus viajes por Europa, de su asistencia al festival internacional de poesía de La Habana, de su Rocha natal, pero también de su vida, y es que Mariella es un cristal transparente que, como decía antes, denota fragilidad y fortaleza al mismo tiempo, que no teme mostrar su heridas de guerra, esas mismas heridas que luego trasmuta en desgarrada y visceral poesía. Conversar con Mariella es un gozo, tiene una plática fluida y elocuente; de un tema saltábamos a otro con total naturalidad. Sólo la visita al museo Picasso interrumpió, en algún momento, nuestra sustanciosa plática, y es que la magia de los dibujos y los lienzos de este icono de la plástica, en ocasiones te suelta la lengua y te convierten en un acólito de su genio y en otras te deja estático y en silencio buscando respuestas ante tanta fascinación.


De la Barcelona antigua pasamos a la moderna, comimos en un agradable y bullicioso restaurante, y allí hubo más conversación. Entre cucharada y cucharada, y entre plato y plato, hablamos de la exposición donde participé y de mi obra plástica, de poetas de Cuba y de Uruguay, y de mujeres poetas de su país; ella me descubrió a Idea Vilariño y a Marosa Di Giorgio, y yo le hablé de mi querida amiga +rosario vecino. Luego de comer dimos un paseo por el puerto olímpico, con el Mediterráneo de testigo, y por las principales arterias de la ciudad condal, todo ello aderezado por más conversación y por las pinceladas anecdóticas, de cada rincón que recorríamos, aportadas por  mi esposa. Así fue transcurriendo esta jornada con una mujer enorme toda ella como artista y como persona.
En uno de los patios del Museo Picasso


A casa regresé con el sabor dulce de su encanto y con su libro debajo del brazo: En el pliegue de la noche, una obra parida con mimo exquisito, de excelente factura y diseño, y que va acompañada de un CD donde músicos uruguayos de indiscutible talento han musicalizado y puesto voz a los poemas de Mariella, y donde ella, además, se convierte en rapsoda de sí misma.
Articulado en cinco partes que a su vez se desgranan cada una en una decena de poemas, Mariella nos muestra este doblez, este frunce salvador. En alevosa nocturnidad, rasgando el velo, el pericardio de la noche, de su noche, y, por qué no, de la nuestra, nos  adentrarnos en sus versos en una perfecta sinonimia con su decir, y encontramos ese refugio necesario que ella ha edificado palabra por palabra para que podamos paladear, allí, envueltos es su propia catarsis, los nombres del silencio, el nido del agua, la piel de la semilla, el sabor del incendio, los crepúsculos del verbo.


La poesía de Mariella hunde el ancla  en  ese territorio abisal del yo intimista, pero luego  sale del fondo a la superficie y nos muestra el paisaje interior y exterior de la hacedora; es toda emoción y desgarro, es catártica, ya lo he dicho, sin embargo, aunque nos muestre sus vísceras, sus silencios, sus soledades, sus eccemas, sus dolores, sus dudas existenciales, su imbricación orfebraica con el verbo, no se convierte en sangría ni en martirologio,  porque, en el fondo, desde mi punto de vista, tiene un toque de lírica ternura que la suaviza y la hace empática. Su poiesis está marcada por la versificación libre,  pero no está exenta de musicalidad, ya que, Mariella,  en muchos de sus poemas, asonanta  los versos logrando que el poema fluya como si fuera una canción, como si fuera un quejido, un bolero, un tango. Sea como fuere, este pliegue nocturno, nocturnal, noctámbulo, noctívago, es Mariella en carne viva. Es un pliegue para saborear despaciosamente. Yo lo he disfrutado a sobremanera. 


El libro está prologado por el también poeta uruguayo Ignacio Nacho Suárez; todo un lujo sus palabras para con Mariella, y, aún más, el poema que le dedica y que reproduzco a continuación:


A Mariella Huelmo



Una mujer
parada ante sí misma
sobre la ceniza azul
del calendario,
enfrentando orfandades
y silencios,
a la mar del amor
y sus naufragios,
de piel y alma
desnudas.
Una mujer
/¿qué digo?/ una muchacha
asombrada en la luz
de las hojas y del agua,
de ojos abiertos
y el corazón cansado,
siembra al voleo
con manos como alas,
asombros cotidianos,
milagros renovados,
cual pájaros de luz:
bandada de palabras.
Si yo pudiera sería
una canción
para cantarla.



Ignacio Nacho Suárez


 Sólo espero que al igual que yo disfruté de su compañía y de su poética, ella haya sentido lo mismo. Sé que no soy muy buen anfitrión, a veces me cuesta, ya que en las distancias cortas suelo ser algo tímido, no obstante, me reconfortaría saber que he estado un poquito a la altura de las circunstancias. Ahora me gustaría dejarles con el primer poema, quizás el más lírico, de este hermoso libro.

Los Nombres del Silencio


I

Como el agua apareces en mi certidumbre.
Aleteo frágil tu nombre.
Sonido silente la búsqueda.
Hojarasca en mis manos,
resquebrajado ayer baila en la corriente.

Todo fluye. Como el tiempo
que parecía brote y fue rama seca.
Como el junco solo, erguido en el horizonte.

¿Cómo detenerte en el minuto exacto?
¿Cómo ser hoja, tronco, raíz?
¿De qué manera dibujar esta sombra quieta
en el perfil del agua?

Más allá de esta profundidad que me imposibilita
de este todo en movimiento
de esta nada sin reposo, lo habitable.
El refugio que busca mi cansancio.

Ahogada de llamarte,
sin nombrarte, sin decirte,
sin esbozar siquiera letras que te evocan,
formo tu rostro con leves hilos de humo,
sutiles azules del día.

En el remanso bullicioso de todo lo flotante,
está el recuerdo intacto, la calidez del abrazo,
el amor perenne que aguarda.

Más allá de esta profundidad que me imposibilita.



Mariella Huelmo Guerra

 
Mariella Huelmo, mi esposa y yo


O. Moré
2017

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