Mariella
Huelmo es una hermosa mujer de mediana estatura, menuda complexión y una amplia
sonrisa que irradia luz y contagia todo en derredor. Dice aquel popular refrán, tan repetido en mi
isla, que: “el perfume bueno viene en pomo
chiquito”, y eso es lo que es esta poeta nacida en 1966 en Rocha, Uruguay:
un frasco de la mejor esencia poética, pero, sobre todo, un ser humano
entrañable, dueña de una bella fragilidad y, paradójicamente, de una gran e
inquebrantable fortaleza.
Mariella en una de las presentaciones de su libro |
Conocí
a Mariella por esos ignotos e inexplicables azares del destino, esos hilos que
él teje convirtiéndolos en un tapiz para la casualidad. No desenredaré ahora aquí toda la madeja, iremos directos al
meollo: resulta que tenemos un amigo en común, un músico y poeta al que ella
conoce en persona y yo sólo conozco de manera virtual, me refiero a Carlos
Távara, coterráneo de Vallejo y uruguayo por adopción. Mariella venía a España
para participar en una serie de eventos poéticos y literarios en las ciudades
de Granada y de Barcelona, y, a su vez, para presentar su último libro: En el pliegue de la noche. Carlos nos
puso en contacto. Así que, apenas la ocasión y la marabunta política que por
esos días azotaba estos lares nos dio
una tregua, raudo acudí, acompañado de mi mujer, al encuentro de Mariella para convertirnos en sus
“anfitriones” y guías, y recorrer con ella esta hermosa ciudad tan llena de
encanto y cultura llamada Barcelona.
Caminando
por las zonas más emblemáticas del barrio gótico comenzamos a descubrirnos
Mariella y yo. Así supe de su bregar literario y poético, de su labor docente
como profesora de literatura, de su implicación en los talleres literarios, de su participación como jurado en distintos certámenes de poesía, de
sus viajes por Europa, de su asistencia al festival internacional de
poesía de La Habana, de su Rocha natal, pero también de su vida, y es que
Mariella es un cristal transparente que, como decía antes, denota fragilidad y
fortaleza al mismo tiempo, que no teme mostrar su heridas de guerra, esas
mismas heridas que luego trasmuta en desgarrada y visceral poesía. Conversar
con Mariella es un gozo, tiene una plática fluida y elocuente; de un tema
saltábamos a otro con total naturalidad. Sólo la visita al museo Picasso
interrumpió, en algún momento, nuestra sustanciosa plática, y es que la magia
de los dibujos y los lienzos de este icono de la plástica, en
ocasiones te suelta la lengua y te convierten en un acólito de su genio y en otras
te deja estático y en silencio buscando respuestas ante tanta fascinación.
De
la Barcelona antigua pasamos a la moderna, comimos en un agradable y bullicioso
restaurante, y allí hubo más conversación. Entre cucharada y cucharada, y entre
plato y plato, hablamos de la exposición donde participé y de mi obra plástica,
de poetas de Cuba y de Uruguay, y de mujeres poetas de su país; ella me
descubrió a Idea Vilariño y a Marosa Di Giorgio, y yo le hablé de mi querida amiga +rosario vecino. Luego de comer dimos un paseo por el puerto olímpico, con el Mediterráneo de
testigo, y por las principales arterias de la ciudad condal, todo ello
aderezado por más conversación y por las pinceladas anecdóticas, de cada rincón que recorríamos, aportadas por mi esposa. Así fue transcurriendo esta
jornada con una mujer enorme toda ella como artista y como persona.
En uno de los patios del Museo Picasso |
A
casa regresé con el sabor dulce de su encanto y con su libro debajo del brazo: En el pliegue de la noche, una obra
parida con mimo exquisito, de excelente factura y diseño, y que va acompañada
de un CD donde músicos uruguayos de indiscutible talento han musicalizado y
puesto voz a los poemas de Mariella, y donde ella, además, se convierte en
rapsoda de sí misma.
Articulado
en cinco partes que a su vez se desgranan cada una en una decena de poemas,
Mariella nos muestra este doblez, este frunce salvador. En alevosa nocturnidad,
rasgando el velo, el pericardio de la noche, de su noche, y, por qué no, de la
nuestra, nos adentrarnos en sus versos
en una perfecta sinonimia con su decir, y encontramos ese refugio necesario que
ella ha edificado palabra por palabra para que podamos paladear, allí, envueltos es
su propia catarsis, los nombres del
silencio, el nido del agua, la piel de la semilla, el sabor del incendio, los crepúsculos del verbo.
La
poesía de Mariella hunde el ancla en ese territorio abisal del yo intimista, pero
luego sale del fondo a la superficie y
nos muestra el paisaje interior y exterior de la hacedora; es toda emoción y desgarro, es
catártica, ya lo he dicho, sin embargo, aunque nos muestre sus vísceras, sus
silencios, sus soledades, sus eccemas, sus dolores, sus dudas existenciales, su
imbricación orfebraica con el verbo, no se convierte en sangría ni en
martirologio, porque, en el fondo, desde
mi punto de vista, tiene un toque de lírica ternura que la suaviza y la hace
empática. Su poiesis está marcada por la versificación libre, pero no está exenta de musicalidad, ya que, Mariella, en
muchos de sus poemas, asonanta los versos logrando que el poema fluya como si fuera una canción,
como si fuera un quejido, un bolero, un tango. Sea como fuere, este pliegue
nocturno, nocturnal, noctámbulo, noctívago, es Mariella en carne viva. Es un
pliegue para saborear despaciosamente. Yo lo he disfrutado a sobremanera.
El
libro está prologado por el también poeta uruguayo Ignacio Nacho Suárez; todo
un lujo sus
palabras para con Mariella, y, aún más, el poema que le dedica y que reproduzco
a continuación:
A Mariella Huelmo
Una
mujer
parada
ante sí misma
sobre
la ceniza azul
del
calendario,
enfrentando
orfandades
y
silencios,
a la
mar del amor
y sus
naufragios,
de piel
y alma
desnudas.
Una
mujer
/¿qué
digo?/ una muchacha
asombrada en
la luz
de las
hojas y del agua,
de ojos
abiertos
y el
corazón cansado,
siembra
al voleo
con
manos como alas,
asombros
cotidianos,
milagros
renovados,
cual
pájaros de luz:
bandada
de palabras.
Si yo
pudiera sería
una canción
para
cantarla.
Ignacio Nacho Suárez
Sólo
espero que al igual que yo disfruté de su compañía y de su poética, ella haya
sentido lo mismo. Sé que no soy muy buen anfitrión, a veces me cuesta, ya que en
las distancias cortas suelo ser algo tímido, no obstante, me reconfortaría
saber que he estado un poquito a la altura de las circunstancias. Ahora me
gustaría dejarles con el primer poema, quizás el más lírico, de este hermoso
libro.
Los Nombres del
Silencio
I
Como el agua apareces en mi certidumbre.
Aleteo frágil tu nombre.
Sonido silente la búsqueda.
Hojarasca en mis manos,
resquebrajado ayer baila en
la corriente.
Todo fluye. Como el tiempo
que parecía brote y fue rama
seca.
Como el junco solo, erguido
en el horizonte.
¿Cómo detenerte en el minuto
exacto?
¿Cómo ser hoja, tronco, raíz?
¿De qué manera dibujar esta
sombra quieta
en el perfil del agua?
Más allá de esta profundidad
que me imposibilita
de este todo en movimiento
de esta nada sin reposo, lo
habitable.
El refugio que busca mi
cansancio.
Ahogada de llamarte,
sin nombrarte, sin decirte,
sin esbozar siquiera letras
que te evocan,
formo tu rostro con leves
hilos de humo,
sutiles azules del día.
En el remanso bullicioso de
todo lo flotante,
está el recuerdo intacto, la
calidez del abrazo,
el amor perenne que aguarda.
Más allá de esta profundidad
que me imposibilita.
Mariella
Huelmo Guerra
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