Centinela / Carlos Guzmán / CUBA Más de este artista clicando aquí |
Pero
tú sabes lo que era decirme aquello a mí…
_ Pero tú sabes lo que era
decirme aquello a mí… Me quedé estupefacto, porque… a ver, ese
tipo no me conocía de nada… ¿Con qué fundamento decía que yo era un racista?
_Y tú… ¿le conocías a él?
_No, tampoco, era la primera vez
que hablábamos. Yo lo veía pululando por allí, por La Casona, pero no teníamos
ninguna relación. Alguna vez habíamos
cruzado algún saludo, apenas un ¿qué hay?, un ¿qué volá?, nada más. Él era
novato, casi acababa de llegar. Si mi memoria no me falla llevaba sólo algunas
semanas o algo así. Apenas había
empezado el tratamiento de choque. Ya te digo…, no sé cómo se atrevía a dar una
opinión de mí; él no sabía nada de mi vida.
_ Pero… ¿qué hiciste, qué
dijiste, para que te dijera eso?
_Yo estaba hablando con Maliba ¿Te
acuerdas de Maliba? ¿Sí, asere, aquella trigueñita tan delgada, a la que todos
llamábamos Doctora Palillo, la que se dio candela cuando salimos de La Casona? Bueno,
pues con esa, ya veo que te acuerdas. Hablábamos de cosas del barrio, de la
gente, de conocidos comunes, porque ella me decía que eso era bueno para “mi
terapia”; la pobre, ella sí que necesitaba una buena terapia, pero yo me dejaba
hacer, para qué quitarle la ilusión. Maliba decía que hablar de esas cosas me haría
olvidar los horrores de la guerra… Y, no sé cómo, hablando de unos y de otros, salió
a relucir lo de Damarys…
_ ¡Coño, verdad, Damarys, ya no
me acordaba de ella! ¡Qué desgracia! ¡Tan
joven…, tan linda…!Asere, qué clase de jeva se perdió ahí!
_ Así es, asere, así es.
_Bueno, sigue… ¿qué pasó?
_ Pues lo que te decía, salió a
relucir el caso de Damarys. Maliba no
sabía nada; ella cuando ocurrió lo de Damarys estaba ingresada en Masorra*. Yo
empecé a contarle lo que había ocurrido. El tipo este, te puedes creer que ni si
siquiera supe nunca cómo se llamaba, estaba sentado justo detrás de nosotros
oyendo toda la conversación. Entonces Maliba me preguntó que qué Godofredo era
el que había matado a Damarys, porque te acuerdas que estaba también Godofredo
el hijo de la Rusa y de Pepín, y yo le respondí que había sido el mulato
Godofredo, ella me dijo que claro, que era de esperar, que todos sabíamos que Godofredo no era buena
persona, que se le veía a la legua; y le recalqué: sí, tal como lo oyes, Maliba, el mulato Godofredo. Pues para qué
habré puesto tanto énfasis en lo de mulato, asere. Aquel tipo se levantó, se
vino hacia nosotros y en un tonito sarcástico va y me suelta: Ya está, como era un asesino tenías que
remarcar que era mulato. Como en las
películas yanquis, que todos los delincuentes o son negros o son latinos;
siempre el mismo cliché de mierda. ¡Vaya racista me ha salido el blanquito este! Maliba y yo nos
miramos, ella me apretó la mano para serenarme, porque me cambió la cara, pero a
mí ya hacía mucho que no me daban ataques de ira, el último que había tenido justo
me había costado aquella reclusión en La Casona por tercera vez; simplemente no daba
crédito a lo que estaba escuchando. ¿Quién coño le había dado vela al tipo éste
en este entierro? ¿Qué importancia tenía que yo llamara mulato a Godofredo, si
era mulato? ¿Qué coño tenía que ver aquello con las películas yanquis ni la
cabeza de un guanajo? Además, quién en Naranjos no dice: el negrito Arquímedes,
la mulata Helena, el jabao Agapito, todo el mundo lo dice, es una manera
nuestra de hablar, muy nuestra, no hay nada de despectivo en ello. Y aquello
de: ¡Vaya racista me ha salido el
blanquito este!; eso, a qué coño venía… ¡Pero qué cojones se había creído este
hijoeputa! La verdad es que me jodió mucho, me recomió el higadillo, ya tú ves,
decirme eso a mí, a mí que todas mis novias habían sido negras, que mis mejores
amigos en el pre eran dos negros; a mí que había estado en Angola, en la guerra,
defendiendo negros; a mí, a Eladio Montesdeoca, al que le habían matado a su negra, mi negrita
Araceli, mi mujer, mi linda negra Araceli, en aquella puta guerra. A mí
llamarme racista. Pero ahí no quedó la
cosa, empezó a destripar de Damarys, de Totó ¿te acuerdas de Totó, aquel jevito
que tuvo Damarys?
_ El que toda la familia se había
ido pa’ la Yuma ¿no?
_ Sí, ese mismo. Pues bueno, el tipo siguió con la cantaleta,
que si Totó era un gusano, un apátrida pagado por la CIA, y yo que sé cuantas
comeduras de mierda más, y después hasta
empezó a destripar de Godofredo, que hasta hacía unos minutos lo había estado
defendiendo. Ni que él hubiera conocido a Damarys, a Totó o a Godofredo, como
los había conocido yo, que habían sido mis vecinos del barrio de toda la vida y
no de él, que yo no sabía ni dónde pinga vivía este tipo. Y luego, ya, el colmo
de la cosa: comenzó a analizarnos a mí y a Maliba, como si él fuera nuestro psiquiatra…
Y todo esto a grito pelao. Maliba se puso a llorar y con tremenda temblequera. Te
lo juro, ese tipo era malo, y estaba más jodido del coco que nosotros dos y que
todos los de La Casona juntos. Después supimos que había sido oficial de
contrainteligencia militar o de la G2, algo así por el estilo, y que lo habían tronado
por no sé qué chanchullo en el que se habían metido su mujer y él, algo de
jineterismo con menores, me parece. El caso es que el tipo se tostó, porque un día, en una
de las fiestas que montaban él y su mujer, se emborrachó y le metió mano a su propia hija
de doce años. Bueno, la chamaca fue la que los denunció, y los metieron a los
dos, a su mujer y a él, en la cárcel, y allí acabaron de fundírsele los
fusibles pa’l carajo al cabrón este. Así que fíjate tú, qué clase de elemento
era ese tipo. Por eso te vuelvo a decir… ¿Quién coño le daba derecho a
hablarnos así, quién? ¿Cómo podía juzgarme por un simple comentario, sin saber nada
de mí ni de mi vida? ¿Cómo podía hacer llorar a una muchacha tan indefensa como
Maliba?
_ ¿Y qué hiciste?
-Na’, en ese momento no hice na’;
tenía muy presente lo que tú me habías dicho de las confrontaciones en público,
que las evitara si quería salir lo antes
posible de allí, de La Casona, y más sabiendo que, cuando me pongo iracundo, me
da por romper cosas, y nos es un espectáculo muy agradable de ver. Pero, aparte de eso, es que no merecía que yo
gastara una gota de saliva en responderle. Aún así, le pedí disculpas por si le
había ofendido, sabiendo que no tenía por qué disculparme, porque el tipo ni
era mulato ni negro ni jabao, era más blanco que tú y que yo, y tampoco era un
jodido médico, y yo no había dicho nada malo. Este tipo sólo era tremendo cometranca, tremendo
hijoeputa, eso es lo que era. Simplemente estaba harto de su perorata y quería desaparecerme
de su vista, así que después de decirle: perdone, no era mi intención ofender a nadie y menos a
usted, me llevé a Maliba de allí y
le dejamos con la palabra en la boca. Y
fíjate que podía haberle rebatido todo aquello con sólo contarle todo esto que
te he contado, pero…, para qué… Que se lo singara un caballo.
_ Y después, pasó algo más.
Volviste a hablar con él.
_ No, no volví a hablar con él, esa
misma noche apareció muerto en su habitación con el cuello roto, partío en dos.
Pero tú sabes, asere, lo que era decirme
racista a mí, justamente a mí, decirme aquello a mí…
*Masorra: Hospital Psiquiátrico de la Habana.
*Masorra: Hospital Psiquiátrico de la Habana.
(De la "Casona de Mambrú" (relatos de aprendizaje))
O. Moré