Ilustración del autor |
¿Porque se iban al bando del
enemigo, a las entrañas del monstruo? Pero si a ellos les daba igual la
política y el régimen social, sólo querían probar suerte y buscar una
oportunidad, una mejoría económica. Trabajar como mulos, pero que, al final de
la jornada hubiera valido la pena y decir: me han explotado, pero he tenido mi
recompensa, ahí está: un techo, comida, ropa, y, con el tiempo y un ganchito,
pues otras cosas ¿materiales? sí, por qué no. Acaso eso no era lo que
proclamaba el socialismo, satisfacer las demandas cada vez más creciente de la
población. Pues ellos tenían muchas demandas y necesidades y no veían la forma
de que fueran satisfechas.
Noel tragó saliva y miró fijamente a
Amalia. Ella seguía su relato con sumo interés, sin embargo él dijo:
_Perdona, me estoy extendiendo en vacuas
explicaciones que no vienen a cuento. No sé por qué quiero justificar lo
injustificable. La verdad es que...
_ Que tú no querías marcharte, que
no te creías ese discurso que acabas de contar, que tú, en realidad, no piensas
así. _ le interrumpió Amalia _ Tú querías quedarte ¿No es verdad?
_Sí, cómo lo sabes...
_ No sé, intuición femenina quizás.
_ Es cierto, yo no estaba muy
convencido. A mí no se me había perdido nada allá en Miami. Yo aquí soy feliz a
mi manera... no te niego que tengo una
frustración del carajo, que a veces me siento ahogado, amordazado, que miro
hacia delante y veo un futuro mediocre... pero, a pesar de ello, amo esta
tierra, amo a esta gente, estas son mis raíces y no quiero perderlas. Aquí está
todo mi universo, todo lo que quiero: mi madre (que en paz descanse), mis amigos, mis
recuerdos...
_ ¿Tu novia?
_No, no tengo novia. Quizás
_continuó Noel _ vivir aquí sea como una maldición. La maldición del isleño. Sé
que quedarme conlleva a que siga encerrado en una jaula invisible, a que siga
alimentando de esterilidad mi bufanda de
recorrer caminos, de conocer la nieve... pero, de alguna manera, siento que mi
lugar es éste...
_ Entonces… ¿qué pasó?
_ Mi hermano Javi, él odiaba esto.
Llegó a decepcionarse tanto.... Él influyó mucho en mí...
_Decepcionarse ¿de qué?
_ De todo... pero esa es una
historia demasiado larga y ahora ya no tiene sentido, él está muerto...
muerto... _ de nuevo Noel irrumpió en sollozos.
Amalia le abrazó con ternura y, sin saber porqué,
como si una fuerza sobrenatural le hubiera empujado, comenzó a besarlo en las
mejillas, en la frente, en los ojos, para luego rematar con un débil beso en
los labios. Noel se dejó hacer y, también inexplicablemente, a pesar de la amargura
que le invadía por dentro, sintió un estremecimiento, como un extraño y súbito
cosquilleo eléctrico que le bajó al estómago y le erizó la piel, dejándole el
corazón paralizado y el arrugado sexo despertando de un letargo frío y
antiquísimo.
Pero Amalia había venido a ver el mar y el mar antes gris se estaba volviendo azul. Amalia había venido a olvidar, porque ya era tiempo de olvidar, y del agua salió un naufrago caído por la borda de un arca repleta de sueños. Y Amalia vio en él la señal, su señal. Y aquel endeble naufrago escapado de la muerte, estaba renaciendo ahora entre sus brazos, en el filo sedoso de su boca, en el calor sensual de su cuerpo. Yemayá todo lo puede, Yemayá todo lo cura. Yemayá ahora estaba sacando su manto azul de mar y ponía en el cielo los primeros rayos de luz. De la inmensa ballena de humo ya no queda nada. El abejorro descarriado al fin pudo posarse en su pelo.
¡Oh, Gabriel vuelve en el átomo invisible, en la molécula de agua... Gabriel saliendo del mar...!
Gabriel en
cuerpo ajeno como un ángel caído...
(No Amalia,
no. Recuerda, has venido a olvidar, a renacer... Olvídame Amalia, olvídame...)
La voz en su cabeza retumbó como un bolero. Se clavó como
miles de alfileres.
Olvídame Amalia, olvídame...
Amalia comenzó a olvidar. Este era otro cuerpo, estos eran
otros labios...
Gabriel humo y ceniza, Gabriel cae el
telón, Gabriel árbol marchito, Gabriel sinsonte que vuela...
Adiós, Gabriel, adiós...
Noel devuelve los besos. Tímidamente acaricia la cara de
Amalia. Sus dedos, como frágiles alas, recorren sus contornos, dibujan sus
relieves, sellan sus ojos. Siente palpitar el sexo debajo del bañador beige. Su sexo se inflama. Noel tiembla...
Amalia abre su blusa de algodón. Los senos brotan. Son
tiernos frutos, capullos que llevan tiempo sin ser libados. Amalia tiembla...
Noel recorre con su lengua el pezón erizado, el círculo
perfecto de color canela. Noel llora...
Amalia llora...
Yemayá llora y llora el mar...
Gabriel se ha ido en la misma nube lila del cielo angoleño y
llora. Sigue cantado su bolero: Olvídame
Amalia, Olvídame... Vuelve a ser feliz...
Continúa aquí
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