Yo leía a Saramago,
(en casa convalecía)
suero de filosofía
para mi antigua lumbago.
Lo bebí de trago en trago
hasta que me dupliqué
y de pronto me encontré
al lado a Máximo Alfonso
susurrándome un responso
del que luego yo abjuré.
Sin duda que Saramago
sabe más del alma humana
y de su esencia pagana
que un buen dios o cualquier mago.
Con su escritura me embriago
hasta quererle imitar,
pero no pude encontrar
el talento en mi interior.
Él tiene un don superior
difícil de duplicar.
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