El Bailarín Ruso de Montecarlo, de Abilio Estévez, es un viaje hacia la libertad de un hombre lleno de ataduras con su pasado. Aunque, más que un viaje, es una huída.
Prosa extremadamente poética, lírica, de exquisita riqueza verbal; relato donde los fantasmas aparecen y desaparecen: los fantasmas de la memoria y los del cuerpo.
El protagonista, alter ego de Abilio, a medida que transcurre la narración se va despojando, de una manera o de otra: ya se por un robo, ya sea por un descuido, de aquellos objetos que le atan a su vida anterior. Todos, desde mi punto de vista, son una metáfora, un símbolo. Porque Constantino (así se llama el personaje) va en busca de un desarraigo premeditado. Las raíces se pueden plantar donde se quiera. El hombre sólo necesita ser feliz y libre, no importa que tierra pise.
O. Moré
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