Primero Caos, y del Caos salió, impoluta, Gea. Luego llegaron Eros y Tártaro. Sí, primigeniamente fueron ellos, y de ellos nació toda la constelación de Dioses Mayores y Dioses Olímpicos. Por últimos los humanos, los esclavos.
Y cuando Zeus se estableció como dueño supremo del Olimpo los humanos comenzaron a padecer todas las desgracias.
Así fue, según cuenta la mitología griega. Pero, en Egipto, tenemos a un émulo de Zeus, el gran Ra. De igual manera Ra está rodeado de grandes divinidades que, como dioses del más allá todopoderoso, gobiernan a diestra y siniestra sobre los humanos, los esclavos.
Los dioses son todos iguales. Aquí, en la pirámide, lo sabemos bien. Nada bueno se puede esperar de ellos porque, siempre, pero siempre, nos tratarán como a lo que a sus ojos somos, burdos esclavos.
Ves, al final, siempre esclavos.
Estamos subyugados por los siglos de los siglos.
La libertad, la verdadera, es una imagen, una abstracción, una metáfora, una quimera, un puntito ínfimo de luz perdido en ese enorme agujero negro que es Caos, que es el caos.
Primero fue Caos y seguirá siendo Caos, y el caos.
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